Se encuentra en
caminos, lindes y tierras abandonadas, es un arbusto muy abundante. No tiene
confusión pero sí entre sus diversas variedades: rosa canina, rosa tomentosa,
rosa rubiginosa y rosa sempervirens (la famosísima rosa mosqueta común), cada una tiene más
de cinco especies, pero las propiedades son las mismas.
En septiembre es cuando se recoge el fruto de esta planta,
el escaramujo o agavanza. En éste mes empieza a arrugarse y a cambiar de color, de un rojo
intenso pasa al naranja acabando en un marrón oscuro.
Me gusta hacer el macerado cuando aún no ha secado por
completo, aunque a veces lo deshidrato para los extractos. El aceite coge un
color anaranjado y da un bonito tono a los jabones y cremas.
Se usa también para hacer mermeladas pero es trabajosa,
hay que separar las semillas y lleva mucho tiempo, así que descarto esta
utilidad.
En medicina se emplea todas
las partes, hojas, flores, frutos y raíces. En cosmética, por ser rica en
taninos, es muy utilizada para cremas por sus propiedades antioxidantes al contener vitamina C concentrada en la
piel de los frutos, considerándose uno de los regeneradores celulares más importante para la piel (estrías, cicatrices, manchas, arrugas). Y como anécdota contaros que con la pelusa de la semilla se
hacen los polvos pica pica.
Para el macerado peso 500 gr. de escaramujos triturados y la
misma cantidad de aceite de oliva. Lo
caliento a 37 º durante tres horas removiendo a menudo y lo dejo toda la noche
en reposo. Al día siguiente lo cuelo dos veces y congelo lo que no vaya a utilizar.
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