25 de septiembre de 2013

Bizcocho años 60. Bay biscuit

 
 

Este bizcocho al que llaman “el de la abuela” (denominación ya muy cansina),  lo utilizo de base para los bay biscuit, bizcochitos tostados al horno y que pueden durar bastante tiempo guardados en caja de latón, opción interesante para las que racionamos los dulces por si los kilos. Es una receta nada complicada y así descansamos un poco del glamour que nos impone la repostería de hoy.
 
Indispensable para esta receta un molde de aluminio lo más alto posible con agujero en el centro y muy importante no untarlo de mantequilla y harina (solamente el fondo), pues la finalidad es que la mezcla se agarre a las paredes.
Los ingredientes son:
6 huevos
180 gr. de harina
180 gr. de azúcar
Podéis echarle una cucharadita de levadura, pero no le hace falta.
Tampoco lleva aceite pero si os gusta poner unos 40 gr. de girasol.
 
Hay que batir los huevos con el azúcar y levantar la mezcla, tiene que coger bastante aire para que suba el bizcocho. Quien tenga batidora para claras le facilitará mucho la tarea. A continuación se va integrando de a poco la harina con movimientos suaves, a mí me gusta tamizarla pero podéis saltar este paso. Y ya está, lista para echarla en el molde. Temperatura baja 180 º durante 25 minutos aprox, según horno.
 
El motivo por el que el molde debe ser más alto es que, recién sacado del horno, hay que ponerlo boca abajo y colocarlo sobre un soporte que le separe de la encimera. El bizcocho se agarra a las paredes (cuanto más espacio tenga para adherirse mejor), y así no se produce el temido bajón. Cuando se haya enfriado se raspan las paredes con una espátula para sacarlo. El resultado es muy bueno.
 
El bizcocho ya está hecho ahora hay que cortarlo en rebanadas finas y tostarlas en el horno. Con este paso le quitamos la humedad y lo dejamos crocante, así se podrá conservar durante un tiempo y evita el tener que consumirlo en pocos días. El acompañamiento, el que queráis, con mermelada de tomate verde hecha en casa, por ejemplo.

 
 
 
 






16 de septiembre de 2013

Destilando plantas

 



En el vídeo podréis ver cómo hago los destilados y las plantas que normalmente utilizo. La mayoría son autóctonas de la zona, la de la foto es romero silvestre.

http://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=BmAzjLp3oGQ

Cómo limpiar la cera de abejas

 
 
No hace mucho conocí a un apicultor, ya jubilado, pero aún dedicaba parte de su tiempo a “cultivar abejas”. Apasionado de su trabajo, decía que le ayudaba a olvidarse de su enfermedad. Fue un gusto hablar con el. Me contó historias de estos bichitos que me dejaron impresionada, así que merecía la pena hacer un vídeo con parte de estos conocimientos que, rescatados del tiempo, no tienen que perderse.
 
 
 

 
 
 
 
 
 

4 de septiembre de 2013

Tortas de pan árabe con harina de trigo negrillo



Conseguir esta receta me costó perder un día de playa y pasar el día más caluroso de aquel verano que, recomendada por un familiar, me dieron una clase magistral de cómo elaborar estas tortas.
La señora árabe que me enseñó vivía en lo alto de un monte en una casa aislada rodeada de eucaliptos y chumberas donde las chicharras gritaban como locas, pero tenía unas vistas al mar impresionantes.
Ella era grande y muy agradable, la casa humilde y relimpia, manteles blancos de esos que dan envidia y muchos cacharros antiguos de porcelana y de aluminio, no voy a olvidar la experiencia. Y lo que tampoco olvidaré será la cámara de fotos que por entonces no llevaba nunca encima.
Me dijo que estuviera atenta a las cantidades pues ella las calculaba a ojo. Cogía puñaos de harina de un saco y los echaba en un barreño de zinc donde había puesto ya el agua disuelta con la levadura. Echó la sal, el azúcar y comenzó a amasar. Qué calor me daba observarla, era una masa de varios kilos que sólo se domaba a puñetazos. Bueno, después de dos horas, aproximadamente, pudimos probar la torta con un poco de aceite y un té. Riquísima.
Importante, para aprender a hacer pan, dar alguna clase donde podáis ver y tocar la masa, es fundamental conocerla personalmente.
Empiezo con la receta.
575 gr. de harina de fuerza
  25 gr. de harina de espelta
360 gr. de agua
 25 gr. de levadura fresca
  7 gr. de sal
14 gr. de azúcar
La masa está hecha en thermomix (se introducen los ingredientes, primero el agua. Trabajar 6 segundos velocidad 6 y 3 minutos velocidad espiga), los que tengan que amasar poner la harina en un bol grande echar la sal y azúcar, mezclar e incorporar la levadura con el agua. Un consejo, según qué harinas necesitarán más o menos cantidad de agua, yo prefiero quedarme corta y echar de principio sólo 300 gr. de agua, si la masa pide más voy echando el resto poco a poco. Y el amasado, pues como más os guste pero tenéis que conseguir una masa blandita y que no se pegue a los dedos.
Dejarla reposar, sin sustos, hasta que doble el volumen, en invierno necesitará más tiempo. Volver a amasar, muy poquito, sólo para quitarle el aire y dividirla en cuatro bolas.
Se necesitan cuatro servilletas de algodón espolvoreadas de harina donde colocar las bolas también cubiertas de harina sobre la superficie. Las tapamos con las puntas de la servilleta y dejamos que levanten un poco (media hora aprox.). Destapamos y aplanamos la masa con la palma de la mano hasta que coja forma de torta (un centímetro y medio de alta), la dejamos reposar unos 10-15 minutos.
Calentamos la sartén con unas gotitas de aceite.
Coger la torta sin que se nos deforme es el truco de la receta. Hay que hacerlo con una tapadera que sea ligera colocándola encima de la torta, sin aplastarla, se agarra una punta de la servilleta y con un movimiento rápido se pasa la torta a la tapadera. Algo parecido a darle la vuelta a la tortilla. Requiere un poco de práctica, pero a veces sale a la primera.
Dejamos deslizar la torta por la tapadera hasta que caiga suavemente en la sartén. A los 7 minutos aprox. levantarla un poco, con espátula y quien pueda con los dedos, para ver si está dorada, si lo está dadle la vuelta. Opcional hacerle un agujerito en el centro, como prefiráis. En otros 7 minutos la sacáis y la colocáis en una rejilla para que enfríe.





 








2 de septiembre de 2013

Trocitos de Ibiza en el Ocejón. Tarde noche de dulce.


 
Fue la despedida del verano. La organizaron unos amigos especialistas en eventos que no les gana nadie a la hora de crear ambientes. Cuando entré en su jardín me transportaron de Campillo a rincones sacados de Ibiza,  me sentía como Mary Poppins cuando saltaba sobre el paisaje pintado en el suelo. No era Campillo eran pequeños trocitos de isla en el valle del Ocejón. 
 
Porcelana de Portugal, cubiertos de Londres, hamacas de Brasil, tumbonas de césped, cafetera de anticuario, fue un despliegue de decoración muy lograda. Les digo que ponen el listón muy alto, así que mis invitaciones serán cada vez más sencillas para no tener que competir.
 
Comida fresca, ligera y dulces de exposición además de ricos. Pues va sobre dulces lo que quería contaros. Un par de truquitos para repostería sencilla, que por ser sencilla debe tener algo especial.
 
Charlando con la mamá de unos de mis amigos (portuguesa), me contestaba a una pregunta que le hice sobre la subida tan espectacular que tenía el bizcocho. El truco es el molde, que debe ser alto, con agujero en el centro y de aluminio. Hasta aquí bien pues se puede conseguir en cualquier comercio. Pero según ella, debe ser más alto que el convencional, ella lo buscó pero no lo ha encontrado y por internet sólo lo localizó en EEUU. El motivo por el que el molde debe ser más alto es que, recién sacado del horno, hay que ponerlo boca abajo con un soporte, patillitas, que le separen de la encimera. El bizcocho se agarra a las paredes (cuanto más espacio tenga para adherirse mejor) y no se produce el bajón tan antipático que reduce el bizcocho a la mitad. Importante no forrar las paredes del molde con nada, ni aceites, ni harina, ni papel de horno para que se pueda adherir bien. Cuando se haya enfriado se raspan las paredes con un cuchillo para sacarlo. El resultado es muy bueno. Los bizcochos salen muy muy esponjosos.
 
Otro truco es para el duce de zapallo (calabaza). Es un postre de allá de argentina y comerlo con un poco de mascarpone o algo más bajo en calorías, ricota, da un buen toque final a una comida.
Y bueno, el secreto es cómo hacer que la calabaza esté crujiente por fuera y tiernita por dentro. Nada más hay que introducir los trozos de calabaza la noche anterior (de 8 a 12 horas) en cal viva. Asustan estas palabras pero no, se utiliza mucho en alimentación. Y es lo que produce el endurecimiento de la superficie del zapallo. Se aclara bien, se cuece y se le hace un almíbar con un poquito de extracto de vainilla. La cantidad de azúcar debe pesar lo mismo que la calabaza ya cocida. A mí me salió a la primera, pero la segunda y tercera no me quedó bien. Quiero decir que hay que hacerlo unas cuantas veces para afianzar la receta.

 
 




Y los postres, bizcocho con gelatina de sandía, flan de café, scones, bizcocho de chocolate y dulce de zapallo.