2 de septiembre de 2013

Trocitos de Ibiza en el Ocejón. Tarde noche de dulce.


 
Fue la despedida del verano. La organizaron unos amigos especialistas en eventos que no les gana nadie a la hora de crear ambientes. Cuando entré en su jardín me transportaron de Campillo a rincones sacados de Ibiza,  me sentía como Mary Poppins cuando saltaba sobre el paisaje pintado en el suelo. No era Campillo eran pequeños trocitos de isla en el valle del Ocejón. 
 
Porcelana de Portugal, cubiertos de Londres, hamacas de Brasil, tumbonas de césped, cafetera de anticuario, fue un despliegue de decoración muy lograda. Les digo que ponen el listón muy alto, así que mis invitaciones serán cada vez más sencillas para no tener que competir.
 
Comida fresca, ligera y dulces de exposición además de ricos. Pues va sobre dulces lo que quería contaros. Un par de truquitos para repostería sencilla, que por ser sencilla debe tener algo especial.
 
Charlando con la mamá de unos de mis amigos (portuguesa), me contestaba a una pregunta que le hice sobre la subida tan espectacular que tenía el bizcocho. El truco es el molde, que debe ser alto, con agujero en el centro y de aluminio. Hasta aquí bien pues se puede conseguir en cualquier comercio. Pero según ella, debe ser más alto que el convencional, ella lo buscó pero no lo ha encontrado y por internet sólo lo localizó en EEUU. El motivo por el que el molde debe ser más alto es que, recién sacado del horno, hay que ponerlo boca abajo con un soporte, patillitas, que le separen de la encimera. El bizcocho se agarra a las paredes (cuanto más espacio tenga para adherirse mejor) y no se produce el bajón tan antipático que reduce el bizcocho a la mitad. Importante no forrar las paredes del molde con nada, ni aceites, ni harina, ni papel de horno para que se pueda adherir bien. Cuando se haya enfriado se raspan las paredes con un cuchillo para sacarlo. El resultado es muy bueno. Los bizcochos salen muy muy esponjosos.
 
Otro truco es para el duce de zapallo (calabaza). Es un postre de allá de argentina y comerlo con un poco de mascarpone o algo más bajo en calorías, ricota, da un buen toque final a una comida.
Y bueno, el secreto es cómo hacer que la calabaza esté crujiente por fuera y tiernita por dentro. Nada más hay que introducir los trozos de calabaza la noche anterior (de 8 a 12 horas) en cal viva. Asustan estas palabras pero no, se utiliza mucho en alimentación. Y es lo que produce el endurecimiento de la superficie del zapallo. Se aclara bien, se cuece y se le hace un almíbar con un poquito de extracto de vainilla. La cantidad de azúcar debe pesar lo mismo que la calabaza ya cocida. A mí me salió a la primera, pero la segunda y tercera no me quedó bien. Quiero decir que hay que hacerlo unas cuantas veces para afianzar la receta.

 
 




Y los postres, bizcocho con gelatina de sandía, flan de café, scones, bizcocho de chocolate y dulce de zapallo.


 
 



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