Fue el clásico paseo del otoño, pinares, aire ya fresco,
algo de niebla, aromas, silencio y… setas, muchísimas setas, entre ellas las
que buscábamos, boletus. Precioso el campo y emocionante la cantidad que
recogimos, casi diez kilos y todas en muy buen estado.
Otros años, cuando llega el frío antes de tiempo y hay
escasez de lluvias, apenas salen pero este otoño fue bueno, hubo agua y
temperaturas suaves. Cuando entre más el frío vendrán los níscalos, seta muy
agradecida en cocina y fácil de reconocer, aunque a mí me gusta menos y no
suelo cogerlos.
Quien se anime a un primer paseo micológico recomiendo que
vayáis acompañados de un buen experto y centraros en el reconocimiento de una o
un par de variedades, no más, la que tengáis más cerca de vuestra zona. Aquí en
el pueblo, aunque hay muchísimas especies la gente sólo coge la que conoce
bien, boletus, champiñón, níscalos y setas de cardo, las demás para los micólogos.
Bueno, regresé a casa nueva. Con la piel y el cabello hidratados por la niebla, oxigenada por el aire puro, liberada del estrés por el ejercicio, emocionada con la cesta, vaya que ni en el mejor salón de belleza me dejan así. A esto le llamo yo gimnasia dulce y efectiva.
Bueno, regresé a casa nueva. Con la piel y el cabello hidratados por la niebla, oxigenada por el aire puro, liberada del estrés por el ejercicio, emocionada con la cesta, vaya que ni en el mejor salón de belleza me dejan así. A esto le llamo yo gimnasia dulce y efectiva.
Revuelto de boletus con gulas, exquisito.
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